¡Tragedia griega! Imagine a millones de adolescentes teniendo que volver a la prehistórica costumbre de... hablar entre ellos. La gran cr...
¡Tragedia griega!
Imagine a millones de adolescentes teniendo que volver a la prehistórica costumbre de... hablar entre ellos.
La gran crisis existencial planetaria del 2025 no es el cambio climático, ni las guerras, ni los microplásticos, y mucho menos el flagelo de la pobreza, sino la posibilidad de que Estados Unidos nos prive del placer de ver videos de gatitos bailando al ritmo de reggaetón el próximo 19 de enero. ¡La humanidad y su permanente fracaso como especie!
Ya antes perdimos a los dinosaurios digitales: Vine, MySpace y Hi5. Sobrevivimos, aunque algunos todavía lloran la pérdida de su perfil lleno de brillitos y música automática. La diferencia es que ahora estamos ante la posible extinción del T-Rex de las redes sociales, ese que devora 45 minutos de tu vida con solo deslizar el dedo.
El drama tiene tintes geopolíticos dignos de una telenovela: en el papel protagónico, TikTok, el caballo de Troya digital de China, disfrazado de inofensiva plataforma de bailes en calzones y asquerosas recetas de pasta. En el papel antagónico, Estados Unidos, el ex popular de la escuela que no soporta que el nuevo estudiante de intercambio tenga más seguidores.
Es cierto que YouTube es la nueva televisión, pero TikTok es el nuevo opio del pueblo. Sin él, ¿cómo sobrevivirían fenómenos como "La Casa de los Famosos"? ¿Dónde más podríamos ver celebridades fingiendo naturalidad mientras comen cereal con agua?
Las teorías sobre el desenlace son variadas. Algunos creen que habrá un acuerdo de última hora entre Estados Unidos y China, como si fuera un episodio de "Keeping Up with the Superpowers". Otros apuestan a que Donald Trump, en un giro digno de M. Night Shyamalan, salvará TikTok para no perderse la oportunidad de ver sus propios memes virales del día de su segunda toma de posesión.
El algoritmo de TikTok es tan efectivo que hace parecer a Mark Zuckerberg un vendedor pobre de enciclopedias. La Generación Z lo usa como buscador, lo cual explica por qué hay cada vez más gente convencida de que la Tierra es plana y que los pájaros son drones del gobierno.
¿Podríamos vivir sin TikTok? Por supuesto. También podríamos vivir sin café, sin Netflix y sin democracia, pero ¿quién querría padecer semejante distopía?
La verdadera ironía es que mientras nos preocupamos por si China espía nuestros datos a través de TikTok, voluntariamente le entregamos toda, absolutamente toda nuestra información a empresas estadounidenses. Es como elegir alegremente entre que te robe el ladrón de la esquina o el de la otra cuadra y seguir estúpidamente feliz.
Al final, con o sin TikTok, la guerra tecnológica continuará. China y Estados Unidos seguirán peleando por nuestros datos como dos divorciados por la custodia de un perrhijo, solo que en este caso, el chihuahua somos nosotros y nuestro historial de búsquedas vergonzosas.
Y mientras tanto, Instagram Reels y YouTube Shorts esperan entre bambalinas, como buitres digitales, listos para devorar los restos del festín algorítmico.
La única certeza es que, pase lo que pase el 19 de enero, seguiremos encontrando formas de perder el tiempo en internet. Es el pináculo de nuestro desarrollo como la especie más inteligente de este planeta.