Somos hijos de los hombres de las cavernas que grabaron en nuestros cromosomas que “juegas en grupo o te mueres” o “si no le gustas a los de...
La mala noticia es que no podemos manipular los genes para dejar de sentir ese terror cavernícola, pero la buena es que podemos revisar nuestra reacción ante el enfado de quien espera un comportamiento específico de nuestra parte; si no lo hacemos, lo único que pasará es que se enojará, y ya. Lo que lleguemos a sentir con respecto a su enojo es cosa nuestra.
La sociedad y la cultura se unen a nuestros genes para fomentar esa tendencia de complacer a todos para conseguir seguridad y amor siendo buenos y atendiendo a los demás; por todos lados nos llegan recomendaciones de que debemos entregarnos por completo si decimos que amamos, hasta convertirse en una sensación que nos amarra, convirtiéndonos en siervos de lo que creemos que los que amamos esperan de nosotros.
Cuando nos sacrificamos en exceso y vemos que los demás no hacen lo mismo para nosotros, aparece la rabia, la furia o, incluso, la pena y la depresión. En el momento de dar, mucho o poco, debemos preguntarnos con sinceridad cuál es el verdadero motivo por el que lo hacemos: ¿es por el amor que sentimos, o por el afecto que esperamos?
Todo lo que sufrimos no es generado por hechos externos, sino por lo que interpretamos de ellos; nos decimos a nosotros mismos que necesitamos el amor y la aprobación de todas las personas significativas en nuestro entorno, y eso nos mata lentamente porque nos obliga a decir 'sí' a todo, incluso cuando queremos decir 'no'.
Cuando uno empieza a cambiar el 'sí' por el 'déjame pensarlo', abre el camino a la posibilidad deliciosa de decir 'no' cuando de verdad queremos decirlo sin sentir culpabilidad, porque en realidad no lo decimos para hacer enojar a la otra persona, sino por proteger nuestra imagen que creemos ella tiene de nosotros; un simple 'no, esta vez no puedo', puede hacer por nosotros mucho más que mil amistades nuevas.
No vale la pena preguntarse constantemente por qué uno se la pasa diciendo 'sí' a todo, y aceptando tareas que uno no quiere nomás porque no se atreve a decir 'no', es mucho mejor buscarnos un momento de paz para ser honestos y atrevernos a mirar muy dentro de nosotros mismos; le puedo asegurar que la epifanía llegará para decirle que el miedo lo está inmovilizando; ese momento es fugaz, dura muy poco, pero si logra encontrarlo atrápelo con toda su fuerza y conviértalo en un mantra; entonces decir amablemente 'no' será mucho más sencillo y le ahorrará muchas vueltas al psicólogo.
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