Era 2004, y la tendencia en el periodismo era que todas las empresas de medios, denominadas despectivamente 'brick and mortar', esta...
Era 2004, y la tendencia en el periodismo era que todas las empresas de medios, denominadas despectivamente 'brick and mortar', estaban destinadas al olvido. Las nuevas tecnologías estaban es su punto culmen, la web gozaba de un prestigio casi angelical, los servicios de streaming y podcast estaban naciendo y prometían el paraíso informativo, y un medio de comunicación serio podía nacer de la iniciativa individual de cualquiera que supiera unir algunas palabras en la computadora.
Era el mejor de los tiempos, y el peor de los tiempos.
El paso del tiempo se encargó de ponernos a muchos en una realidad clara y diáfana. Nada de lo que entonces vislumbramos ha sustituido la necesidad de estructurar empresas para sostener la diseminación de noticias, lo cual puede ser por medio de diarios digitales o impresos, radio o televisión, teléfonos inteligentes y tabletas. La irresistible irrupción de internet no pudo cambiar el hecho de que el periodismo sólo se puede ejercer con verdaderas garantías bajo un esquema empresarial firme.
No hablo específicamente de la búsqueda única del lucro -completamente lejano para este negocio-, sino a la intrincada suma de procesos, relaciones y transacciones que requiere para cumplir su misión.
Las nuevas tecnologías de la información han expandido los límites de la libertad de expresión a tal grado que la confunden con el periodismo profesional. Y digámoslo claro, ni un solo bloguero o facebookero podría desarrollar por sí solo una investigación que desafíe al poder o al crimen organizado. Para eso siempre se necesita un trabajo colectivo amparado en un cabezal reconocido y respetado.
Hoy nos encontramos con empresas como Televisa que aún no encuentran su futuro y que apuestan a la adquisición de marcas como SDP Noticias o El Deforma para intentar adaptarse, pero buscan la innovación en el sitio equivocado.
La adaptabilidad de los medios de comunicación está comenzando a ser una constante positiva y que, apenas en estos tiempos, comienzan a ser verdaderos generadores de cambio. Por supuesto, no hay aún una idea clara de cómo se alcanzará el modelo de rentabilidad idóneo para todos, pero lo cierto es que los diarios, la radio y la televisión 'tradicionales' son las ínsulas de información a la que acude todo el mundo para saber a ciencia cierta lo que está pasando en su ciudad, en su región, en su país y en el mundo.
Salvo contadísimos casos, los "periodistas" de ocasión, los reporteros venidos a menos, los cada vez más escasos blogueros y los cada vez menos "populares" facebookeros pueden ser tomados en cuenta como fuentes confiables. Es cierto que dan la voz de alarma en temas inmediatos, pero la gente siempre recurre a los medios que conoce para corroborar la verdad detrás de sus alertas. Las constantes equivocaciones y tergiversaciones de estas dudosas fuentes son las que se encargan de ponerles justo en el lugar que se merecen.
Lo que sí es cierto, es que las grandes empresas de medios deben acelerar la consolidación de esquemas de distribución de noticias que sean identificables, efectivos y confiables. Por supuesto los teléfonos móviles son una estrategia acertada, pero no son el santo grial. En cinco años puede que los celulares inteligentes ya no sean la panacea de la información, sino los 'weareables' y el internet de las cosas, y entonces, otra vez, los medios consolidados deberán adaptarse a esos nuevos canales para colocarse por encima del ruido y dar a conocer la realidad.
Era el mejor de los tiempos, y el peor de los tiempos.
El paso del tiempo se encargó de ponernos a muchos en una realidad clara y diáfana. Nada de lo que entonces vislumbramos ha sustituido la necesidad de estructurar empresas para sostener la diseminación de noticias, lo cual puede ser por medio de diarios digitales o impresos, radio o televisión, teléfonos inteligentes y tabletas. La irresistible irrupción de internet no pudo cambiar el hecho de que el periodismo sólo se puede ejercer con verdaderas garantías bajo un esquema empresarial firme.
No hablo específicamente de la búsqueda única del lucro -completamente lejano para este negocio-, sino a la intrincada suma de procesos, relaciones y transacciones que requiere para cumplir su misión.
Las nuevas tecnologías de la información han expandido los límites de la libertad de expresión a tal grado que la confunden con el periodismo profesional. Y digámoslo claro, ni un solo bloguero o facebookero podría desarrollar por sí solo una investigación que desafíe al poder o al crimen organizado. Para eso siempre se necesita un trabajo colectivo amparado en un cabezal reconocido y respetado.
Hoy nos encontramos con empresas como Televisa que aún no encuentran su futuro y que apuestan a la adquisición de marcas como SDP Noticias o El Deforma para intentar adaptarse, pero buscan la innovación en el sitio equivocado.
La adaptabilidad de los medios de comunicación está comenzando a ser una constante positiva y que, apenas en estos tiempos, comienzan a ser verdaderos generadores de cambio. Por supuesto, no hay aún una idea clara de cómo se alcanzará el modelo de rentabilidad idóneo para todos, pero lo cierto es que los diarios, la radio y la televisión 'tradicionales' son las ínsulas de información a la que acude todo el mundo para saber a ciencia cierta lo que está pasando en su ciudad, en su región, en su país y en el mundo.
Salvo contadísimos casos, los "periodistas" de ocasión, los reporteros venidos a menos, los cada vez más escasos blogueros y los cada vez menos "populares" facebookeros pueden ser tomados en cuenta como fuentes confiables. Es cierto que dan la voz de alarma en temas inmediatos, pero la gente siempre recurre a los medios que conoce para corroborar la verdad detrás de sus alertas. Las constantes equivocaciones y tergiversaciones de estas dudosas fuentes son las que se encargan de ponerles justo en el lugar que se merecen.
Lo que sí es cierto, es que las grandes empresas de medios deben acelerar la consolidación de esquemas de distribución de noticias que sean identificables, efectivos y confiables. Por supuesto los teléfonos móviles son una estrategia acertada, pero no son el santo grial. En cinco años puede que los celulares inteligentes ya no sean la panacea de la información, sino los 'weareables' y el internet de las cosas, y entonces, otra vez, los medios consolidados deberán adaptarse a esos nuevos canales para colocarse por encima del ruido y dar a conocer la realidad.
Columna publicada originalmente en el periódico El Sol de León